Caminar. Todos caminamos; no importan nuestras condiciones físicas, experiencia o situación. No hay nadie que lo evite: necesitas caminar para moverte, desplazarte. Moviéndote pretendes llegar a un objetivo; no lo digo yo. La RAE asegura que caminar es “dirigirse a un lugar o meta, avanzar hacia él”.
Y es que si nos paramos a pensar; la vida puede ser la sucesión de todos nuestros caminos. De los cortos, y de los largos. Nuestros pasos, pues, definen quiénes somos, y cómo decidimos recorrer ese trayecto, mientras que nuestros zapatos son los complementos que nos acompañan en el camino.
Habrán personas que prefieran andar cómodas, ponerse unas zapatillas de deporte; y salir a descubrir el mundo. Pero también las habrá que prefieran sentirse altas, pisar fuerte, con elegancia. Los habrá quienes prefieran cubrirse todo el pie o las que prefieran dejarlo al descubierto. Sea como sea, la variedad de zapatos es tan amplia como la de tipos de personas en el mundo; y su función no es otra que complementarnos como personas.
Al nacer, vamos descalzos; nuestra experiencia es mínima y muy poquitas personas están a nuestro lado. Conforme vamos creciendo, el armario se va llenando de nuevos zapatos que compramos con ilusión, que guardamos y que queremos mantener siempre. El armario en el que creíamos tener todo lo que necesitábamos se nos queda muy pequeño. Empezamos a descubrir nuevas formas de pisar el suelo; nuevas formas de llegar a la gente. Descubrimos que las zapatillas que teníamos se nos quedan pequeñas o se han roto de tanto usarlas. Tenemos que aceptar que "nuestros pies han crecido" y quizá no dependan tanto de los que, hasta entonces, eran sus mejores complementos. Y es que esto tampoco se aleja tanto de nuestra realidad; conforme crecemos, nuestra zona de confort se nos queda pequeña, necesitamos encontrarnos a nosotros mismos, necesitamos nuevas armas que nos complementen día a día. Y cuando el pie deja de crecer; cuando nuestra zona se establece, dejamos de buscar tallas; y nos limitamos a buscar zapatos. Empezamos a intensificar y expandir lo que somos, lo que hemos creado; nuestra aptitud y nuestra actitud. Buscamos nuevos zapatos, combinaciones similares a las que ya tenemos; pero ahora que además de complementarnos, nos completen.
Ese armario guardará mucho sobre tu vida. Guardarán esos zapatos que tanto rozan siempre que te los pones pero que, por alguna razón inexplicable, los mantienes ahí. Al fin y al cabo, podrían desaparecer de la misma manera que aparecieron. Sin embargo, sigues poniéndotelos, cubriendo las heridas con una tirita para intentar frenar el dolor que te crea. Pero ya basta, quítalas, tíralas. O no; déjalas al final del armario, donde casi no se vean. Algún día de limpieza te gustará recordar quién eres en realidad; lo que no quieres mostrar, sin poder evitar; ese adjetivo que siempre piensas cuando te dicen: "di tu peor defecto".
Tú has elegido ese zapatero, lo has colocado a tu gusto. Sin embargo, no somos siempre nosotros quienes decidimos cuándo ponernos qué zapatos. Al igual que en la vida, éstos se deberán adaptar a la situación de nuestro entorno; a las circunstancias, clima o lugar. Y es que hay la mayoría de sucesos que vivimos no están bajo nuestro control; por eso hemos de elegir bien el complemento que nos acompañe. No elegimos nuestras circunstancias; pero sí podemos escoger qué zapatos llevamos para cada situación. Elegimos la mejor combinación, el mejor color y el mejor tipo de calzado; el que mejor nos quede en ese preciso instante. Elegimos ser como somos y llevar lo que llevamos.
Y es que, para caminar, como en la vida, no hay malas ni buenas decisiones; solo nuestras.
Y no importa cuan lejos esté el camino, ni la rapidez con la que queramos llegar; lo que importa es lo fuerte que pisamos. Y nada nos dará más fuerza que lo que tenemos dentro del zapatero; lo que nos hace personales, lo que nos hace nosotros, lo que te hace a ti ser tú.
Así que frena. Párate. Reduce la velocidad, disfruta del paisaje y ¡eh! mira abajo, pero sólo para ver qué te llena y te crea; quién eres. Mira la situación en la que estás, y cómo de bien te la puedes plantear. Mira al pasado de reojo, pero no te embobes en las huellas. Al fin y al cabo, nuestros ojos nos invitan a mirar hacia delante. No pensemos en dar el siguiente paso, simplemente hagámoslo; ya sabes lo que dicen, quien se lo piensa mucho antes de dar un paso, se pasa toda la vida en un solo pie.
Así que frena. Párate. Reduce la velocidad, disfruta del paisaje y ¡eh! mira abajo, pero sólo para ver qué te llena y te crea; quién eres. Mira la situación en la que estás, y cómo de bien te la puedes plantear. Mira al pasado de reojo, pero no te embobes en las huellas. Al fin y al cabo, nuestros ojos nos invitan a mirar hacia delante. No pensemos en dar el siguiente paso, simplemente hagámoslo; ya sabes lo que dicen, quien se lo piensa mucho antes de dar un paso, se pasa toda la vida en un solo pie.
Camina. Hazlo lento, pero intenso. Cáete, pero no hagas como que no te ha visto nadie. Te has tropezado, ¿y qué? ¿Qué te ha costado levantarte? ¿A que era una tontería?
El camino está lleno de huecos en los que podemos resbalar fácilmente. Prepárate para levantarte; y una vez arriba pensarás lo tonta que fuiste al tropezar así. Pero ya no importará, eso pertenecerá al pasado; la huella de la caída no quedará grabada, sólo el último paso que dimos antes del tropiezo y el primero tras levantarnos. Y es eso lo que debemos utilizar para seguir caminando.
El camino está lleno de huecos en los que podemos resbalar fácilmente. Prepárate para levantarte; y una vez arriba pensarás lo tonta que fuiste al tropezar así. Pero ya no importará, eso pertenecerá al pasado; la huella de la caída no quedará grabada, sólo el último paso que dimos antes del tropiezo y el primero tras levantarnos. Y es eso lo que debemos utilizar para seguir caminando.
Adelante; te esperan nuevos tropiezos, pero también nuevos paisajes, nuevas ilusiones y nuevos retos. Y lo mejor de todo es que tienes un armario lleno de zapatos preciosos, que están deseando ser utilizados. Zapatos que te han acompañado siempre, y que te acompañarán a lo largo de tu vida. Zapatos que te encantan y otros que te gustan menos; pero son parte de ti, te hacen a ti como persona; sólo hay que saber cómo usarlos.
Y ahora, coge tu calzado preferido, ya sean dos pares, tres, cuatro o diez. Llévalos a donde quieras. Salta. Ríe. Baila; haz lo que te de la gana. Lo mejor del camino de tu vida es que tú eres la protagonista, tú lo creas, tú lo decoras y tú lo vives. Camina por ti, camina en zig zag o camina recto, pero camina; porque no sabes lo que te espera ahí delante, y nunca lo sabrás si no te arriesgas a dar el primer paso.
Con zapatos cómodos para pisar fuerte y el zapatero aún por terminar,
T.